“No tener
maestras es no tener a quien preguntar, y más hondamente, no tener
ante quien preguntarse”.
María Zambrano.
Así es
como comienza la agenda de las mujeres del año 2008 que fue dedicada
a las maestras.
Mi primera
maestra fue mi madre. Como no comencé el curso hasta pocos
meses antes de cumplir los 6 años ella fue mi primera maestra. Me
enseñó mis primeras letras, palabras y números. Al nacer a
principios de 1961, me incorporé a mi primer curso cuando contaba
con más de 5 años. Eso hacía que fuera la de mayor edad de la
clase.
Mi primer
colegio fue El Pilar, en Santander. Pero ya sabía leer, escribir y
mostraba algunas habilidades con los números. En honor a la verdad,
debería decir que mis primeras lecciones las recibí en la escuela
en Villaverde de Pontones, para niñas. Se trataba de la escuela de
las monjas del Convento de las Clarisas tenían en este pueblo. Ahora
su actividad la tiene enfocada a la repostería. Recuerdo que era una
escuela con un solo aula. Se accedía por el patio a la entrada del
convento, por el lado derecho. Con el tiempo, se convirtieron en dos
aulas. Al menos eso me parece recordar. Me sentaba en los bancos de
los pequeños, en la filas más próximas a la pizarra. Según las
edades y cursos así nos sentaban. Me llevaba una prima de mi madre,
Pilar, - la llamamos Pili- que era mayor que yo y me cuidaba. Para
llegar a su casa había que subir una loma muy pindia, pero a mi no
me importaba. Recuerdo que me gustaba mucho estar con ella. Lo malo
para ella es que si ocurría cualquier cosa que a los mayores no les
gustaba se llevaba la bronca, los enfados y castigos. A mi solo me
castigaba mi abuela Caridad. Pero para eso tenía que enterarse. En
una ocasión me fui a ver a Pili y no dije nada. Mi abuela se asustó
al faltar de casa. Cuando regrese recuerdo que me castigó poniéndome
de rodillas en la cocina. Mi abuelo intento interceder por mi, pero
no sirvió de nada. En las ocasiones que mi madre realizaba algún
viaje con mi padre yo me quedaba con ellos en el pueblo.
El colegio
del Pilar estaba muy cerca de la casa de Santander, solo había que
cruzar la calle Sta. Lucía y bajar por la calle Moctezuma donde
también estaba el periódico “El Diario Montañés”. Este
colegio era de cuatro hermanas, maestras: Pilar, Rosario, Cristina e
Isabel. He recurrido a mi madre para recordar sus nombres. Las aulas
se distribuían en dos pisos de un edifico de viviendas. Recuerdo los
mapas de España, el físico y político en las paredes, los pupitres
de madera. En algún momento recuerdo que las mesas formaban
pentágonos. Recuerdo a los hermanos Piris y siempre con
su abuela. También coincidimos estudiando en el Instituto de la
Albericia. En alguna ocasión y con el paso del tiempo he coincidido
con alguno de ellos. No hará muchos años visitando Santillana del
Mar encontré en el centro Otero una exposición de pintura de uno de
ellos. Y recuerdo a otr@s compañer@s.
De ese
colegio me cambiaron al Colegio de las Teresianas. Creo que me
incorporé a quinto de EGB. Dejé de ver a diario a mis amigas:
Margarita, Gema y Belén, las tres son hermanas. En eso coincidíamos
pues tengo dos hermanas: Ana y Mar.
El Colegio
de las Teresianas estaba, igual que ahora, en el paseo Menéndez
Pelayo. Allí estudiaban mis primas: Margarita,
Carmen y Renée. Pase a estudiar inglés y a practicar deportes.
Tengo el recuerdo de que fue en ese colegio donde se pidió como
material unas botas chirucas, mochila y chubasquero, para salir de
excursión. Eso supuso mis primeros inicios como senderista. Aún
sigo en esa práctica. Ahora suelo salir por la sierra de Madrid.
Recuerdo a dos profesoras, en especial, Mª Ángeles y Paquita.
Mi primera y
creo que última experiencia comiendo en el comedor escolar fue allí.
Mi madre
siempre nos inculcó un valor destacado por el estudio. Y es un
interés que mantengo hasta el día de hoy.
Estos son
algunos recuerdos de mi niñez y mis maestras.
Y como decía
María Zambrano "No tener maestra es como no tener ante quien
preguntar". Esto me lleva a mi momento actual como coach y la
importancia del crecimiento y conocimiento personal a través del
método socrático. El preguntar debe entenderse como método de
estudio, de formación y de crecimiento personal.
Que sirvan
estas líneas como homenaje a mis maestras y de impulso al estudio y práctica del proceso de coaching que he iniciado.
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